En estos días abrí una cuenta en Facebook en un intento de dar a conocer mi site. Mercadeo de pobre. Pero mis recelos siguen latentes ya que no sé si en verdad se lee el contenido de Facebook o si se nota que tengo publicado la página de poesía, tan pequeño que se ve al final de la página. O si es meramente un espacio para ver el tráfico vertiginoso de caras y comentarios y hasta el más mínimo gesto o acción de los usuarios. Me marea el constante tránsito.
Invité a unos cuant@samig@s. Hay que ver y medir mi tolerancia a este modo de comunicación. Todo a tropel. En fin, siempre puedo cerrar la cuenta.
Pensar que yo, que apenas tolero comunicarme con más de 2 personas a la vez, pueda osar de utilizar semejante plataforma tan babeliana y barroca me asoimbra.
Sigue la tarea de pasar mi obra a la computadora para suibir a la página, tecla a tecla, verso a verso.
Invité a unos cuant@samig@s. Hay que ver y medir mi tolerancia a este modo de comunicación. Todo a tropel. En fin, siempre puedo cerrar la cuenta.
Pensar que yo, que apenas tolero comunicarme con más de 2 personas a la vez, pueda osar de utilizar semejante plataforma tan babeliana y barroca me asoimbra.
Sigue la tarea de pasar mi obra a la computadora para suibir a la página, tecla a tecla, verso a verso.