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Del Archivo: Poética
Este poemario sí que tiene su "historia".
El génesis del libro fue un roce con la muerte, la mía. Para el verano del 1990 empecé a padecer de adormecimientos de los dedos, una neuritis en la cara que me causaba tics en los ojos y labios, y calentamientos del cuero cabelludo. Mi compañera por dos años regresó a la isla para vacaciones de sus estudios en Nueva York. Lo que vislumbraba como un idílico verano, se tornó en una odisea de mareos que desembocó con una visita al neurólogo. La prognosis no fue muy alentadora. Pospuse las pruebas neurológicas y rogué a Dios por un espacio para compartir con mi compañera. Los síntomas retrocedieron por ese preciso verano. Regresaron con furia al otro día de su retorno a Nueva York.
El doctor barajaba varias posibilidades, entre ellas: un tumor cerebral o la etapa inicial de esclerosis múltiple. Bajo estos auspicios empecé a escribir los poemas de Poética. Sentí que tenía que plasmar mi "canto de cisne poético". Por la premura del asunto, escogí el formato breve. Hubo necesidad de abreviar, sintetizar y terminar una despedida antes que me alcanzara el veredicto médico. Era un apremiante proyecto de plasmar mi testamento como poeta y, para mi asombro, giró la temática sobre el mismo acto de escribir.
A mediados del apurado proyecto llegó el veredicto: no iba a morir, aunque sí tendría que cuidarme. Recuerdo el día, caí de bruces de rodillas. El libro siguió escribiéndose, impulsado por el terror inicial de mi mortalidad.
Pasa el tiempo y termino el libro. La compañera regresa de sus estudios y empezamos a convivir. Llega el 1992 y las celebraciones del 5to Centenario. Leo de la convocatoria para los concursos literarios del Centenario y someto Poética para el certamen de Poesía. Y me senté a esperar. Y esperar.
Pasa la fecha anunciado para publicar los ganadores y nada. Dan todos los premios menos los de los géneros literarios. Ya estamos llegando a finales del 1992. Hubo elecciones y pierde el Partido Popular que impulsó la celebración y se asoma el cambio al Partido Nuevo Progresista que entraba al poder con furia de desquite. Hay rumores sobre malversación de fondos de parte de los encargados de los certámenes. Hay sospechas de la anulación de los premios. Gente que sé que participaron de los trabajos de jurados se hacían los locos. Algunos me miraban de reojo en los bares sanjuaneros. En plena navidades, Ricardo Alegría se da cuenta de la omisión y convoca apresuradamente a Juan Martínez Capó para organizar el jurado y de prisa otorgar los premios para los cuales ya no había fondos para el premio en metálico y menos para la publicación. Se anuncian los ganadores con el nuevo gobierno anexionista en el poder. De los cinco premios anunciados sólo otorgan 3. Pero la nueva administración encargada de terminar los trabajos de la Comisión de 5to Centenario alega que no hay chavos y que no van a honrar los acuerdos de la administración anterior. Se olvidaron de que nos hicieron firmar un relevo que a su vez los comprometía a honrar lo estipulado sobre la publicación. Como representante de los poetas premiados, me comunico con la Comisión. Aquí me topo con un cangrimán asqueroso que funge como encargado de los certámenes, un tal Ríos Feliciano. Habiendo ya "aclarado" lo de la responsabilidad legal que tenía el Gobierno con una licenciada que fungía de letrada, el Sr. Ríos Feliciano se vio obligado a negociar conmigo los detalles de la publicación y el permio en metálica ("el cashimiro"). Llegamos a un "amable" acuerdo. Edgardo Nieves Mieles, otro de los premiados, consiguió quien podría diseñar los tres libros galardonados y su impresión.
Claro, no hubo ninguna distribución por parte de la Comisión y si no fuera por Nieves Mieles y su "operación rescate" ni hubieran ejemplares. Dicen que Ríos Feliciano tiró la mayor parte de la tirada a la Laguna del Condado como desquite al maltrato que sufrió a manos del cabrón de Morales-Santo Domingo. No hubieron reseñas ni celebraciones fuera del breve acto de entrega por parte del simpático de Rexach Benítez, un atroz personero de la política isleña, señalado, aparte de hombre culto, como corrupto, mendaz, borracho y mujeriego.
Este poemario sí que tiene su "historia".
El génesis del libro fue un roce con la muerte, la mía. Para el verano del 1990 empecé a padecer de adormecimientos de los dedos, una neuritis en la cara que me causaba tics en los ojos y labios, y calentamientos del cuero cabelludo. Mi compañera por dos años regresó a la isla para vacaciones de sus estudios en Nueva York. Lo que vislumbraba como un idílico verano, se tornó en una odisea de mareos que desembocó con una visita al neurólogo. La prognosis no fue muy alentadora. Pospuse las pruebas neurológicas y rogué a Dios por un espacio para compartir con mi compañera. Los síntomas retrocedieron por ese preciso verano. Regresaron con furia al otro día de su retorno a Nueva York.
El doctor barajaba varias posibilidades, entre ellas: un tumor cerebral o la etapa inicial de esclerosis múltiple. Bajo estos auspicios empecé a escribir los poemas de Poética. Sentí que tenía que plasmar mi "canto de cisne poético". Por la premura del asunto, escogí el formato breve. Hubo necesidad de abreviar, sintetizar y terminar una despedida antes que me alcanzara el veredicto médico. Era un apremiante proyecto de plasmar mi testamento como poeta y, para mi asombro, giró la temática sobre el mismo acto de escribir.
A mediados del apurado proyecto llegó el veredicto: no iba a morir, aunque sí tendría que cuidarme. Recuerdo el día, caí de bruces de rodillas. El libro siguió escribiéndose, impulsado por el terror inicial de mi mortalidad.
Pasa el tiempo y termino el libro. La compañera regresa de sus estudios y empezamos a convivir. Llega el 1992 y las celebraciones del 5to Centenario. Leo de la convocatoria para los concursos literarios del Centenario y someto Poética para el certamen de Poesía. Y me senté a esperar. Y esperar.
Pasa la fecha anunciado para publicar los ganadores y nada. Dan todos los premios menos los de los géneros literarios. Ya estamos llegando a finales del 1992. Hubo elecciones y pierde el Partido Popular que impulsó la celebración y se asoma el cambio al Partido Nuevo Progresista que entraba al poder con furia de desquite. Hay rumores sobre malversación de fondos de parte de los encargados de los certámenes. Hay sospechas de la anulación de los premios. Gente que sé que participaron de los trabajos de jurados se hacían los locos. Algunos me miraban de reojo en los bares sanjuaneros. En plena navidades, Ricardo Alegría se da cuenta de la omisión y convoca apresuradamente a Juan Martínez Capó para organizar el jurado y de prisa otorgar los premios para los cuales ya no había fondos para el premio en metálico y menos para la publicación. Se anuncian los ganadores con el nuevo gobierno anexionista en el poder. De los cinco premios anunciados sólo otorgan 3. Pero la nueva administración encargada de terminar los trabajos de la Comisión de 5to Centenario alega que no hay chavos y que no van a honrar los acuerdos de la administración anterior. Se olvidaron de que nos hicieron firmar un relevo que a su vez los comprometía a honrar lo estipulado sobre la publicación. Como representante de los poetas premiados, me comunico con la Comisión. Aquí me topo con un cangrimán asqueroso que funge como encargado de los certámenes, un tal Ríos Feliciano. Habiendo ya "aclarado" lo de la responsabilidad legal que tenía el Gobierno con una licenciada que fungía de letrada, el Sr. Ríos Feliciano se vio obligado a negociar conmigo los detalles de la publicación y el permio en metálica ("el cashimiro"). Llegamos a un "amable" acuerdo. Edgardo Nieves Mieles, otro de los premiados, consiguió quien podría diseñar los tres libros galardonados y su impresión.
Claro, no hubo ninguna distribución por parte de la Comisión y si no fuera por Nieves Mieles y su "operación rescate" ni hubieran ejemplares. Dicen que Ríos Feliciano tiró la mayor parte de la tirada a la Laguna del Condado como desquite al maltrato que sufrió a manos del cabrón de Morales-Santo Domingo. No hubieron reseñas ni celebraciones fuera del breve acto de entrega por parte del simpático de Rexach Benítez, un atroz personero de la política isleña, señalado, aparte de hombre culto, como corrupto, mendaz, borracho y mujeriego.