La Comisión Puertorriqueña para la Celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América y Puerto Rico da a la luz pתblica los tres poemarios galardonados en el Gran Certamen de Poesía Quinto Centenario.
Poética, es uno de estos tres poemarios premiados por el jurado compuesto por Juan Martínez Capó, Dalia Nieves Albert y Ángel Aguirre.
El jurado concluyó que de los poemarios presentados, estos tres tienen como característica general "una crítica o sátira del ambiente isleño y la sociedad puertorriqueña contemporánea".
En su propósito de divulgar la cultura puertorriqueña a todos los niveles, esta publicación de la Comisión Quinto Centenario servirá para dar a conocer tres poetas de gran calibre que han sabido retratar los sentimientos, debilidades y matices de la condición humana en toda su amplitud.
En cada uno de los poemarios se exhibe un gran dominio del lenguaje y las referencias a personajes mitológicos, literarios e históricos, hacen de éstos un admirable ejercicio de erudición y sapiencia.
La Comisión que me honro en presidir ha estimulado la creación artística de los puertorriqueños mediante certámenes de gráfica, ensayos y poesía con el fin de valorar y dar paso a los creadores de la cultura en sus distintas facetas.
Hon. Roberto Rexach Benítez Presidente Comisión Puertorriqueña para la Celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América y Puerto Rico
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Dedicado a Lydia Santo Domingo Santos
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conjuro
en el claroscuro de la tarde
entre bodegones de transparente ausencia
entre lluvias y soles penitentes
esconderé la otra parte de este poema
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promesas de poeta
para evocar tus roncas sílabas de luto
hincaré rodillas
romperé promesas
como ésta de no escribirte a medianoche
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1968−foto
juventud que acusa
la rota desesperanza de mis manos
cuando verde savia se tornó
en máscara de asombro y muerte
en mi cuerpo derrumbado
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Ulises
soy el niño altivo de mis versos
y este pueblo natal de página estrecha
mi único punto en la geografía
al cual retorno siempre
la patria más pequeña del exilio
la diáspora más dispersa del silencio
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nupcias
escribir nunca ha sido un bilí
y la novia del poeta
sufre en carne propia
la propia carne de este intento
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la tiranía del verso
no hay déspota más cariñoso que el poeta
a quien todas las palabras desobedecen
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ars
hueso y carne, uña y vena
ese último reducto esencial
de ese verso que fui su único lector
de una moraleja hecha carne
ese corazón latiendo entre las cosas
que me vieron nacer y me verán morir
la pausa abrupta
entre el lento caminar de sílabas
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oriundo
orocovis nunca fue sino el poema de mi abuelo
en los poemas de mi madre perdido
en el poema de mi padre en el cuarto de los lutos
una nostalgia muda entre las líneas
en la verde resonancia del tambor vacío
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vecino oculto
una solitaria bombilla
delata mi vecindad oculta
esta noche de brujas en el caserío
uno no escoge su parnaso
ni acaso su Ítaca
ni esta otra ceremonia
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edén
no es fácil jugar a las palabras
como quien sopla aliento al barro
verlas huir hacia el parral
es algo siniestro y sacrílego
y por menos expulsan del paraíso
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Puerto Nuevo 1963
con ácido sulfúrico entre escombros
de nuevos firmamentos
mi madre y yo
como alquimistas entre dos infiernos
conjuramos los misterios del hogar y la poesía
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relevo
éste tu cuarto, hijo
ésta tu cama, de prima muerta
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1961
la playa 8 en la bruma
de esta otra costa
donde se estrellan las palabras
sobre las apacibles aguas de mis trece años
distante aún la resaca que me ahogó temprano
en el horizonte de geómetra
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plegaria
bendito el que mora en sus papeles
bendito el que habita entre los versos
bendito el que derrama la tinta por su prójimo
bendito sea el bienamado de la palabra
de él será el reino de la sílabas
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génesis
en el principio fue el tintero de mi cuerpo
el trinar de la voz oculta
en el paisaje virgen de las páginas en blanco
las cosas buscando su nombre en el vacío
de la costilla ausente
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1965
plaza de armas
mañana fría de octubre
viento asesino por la calle cruz
un banco, un abrigo, un frío y la fuente seca
plaza de armas de mi viejo san juan
cuantas tardes forjé (doblé)
un poema en mi bolsillo,
sencillo
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poética
si me hubiera amado ella
no hubiera escrito nunca de ella
y ella sería esto y esto ella
amor y poesía
que fueron al parque un día
y más pudo algo en la simple alegoría
por ella escribo al amor
pero amo la poesía
gajes del oficio, yo diría
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1957
me picaron en las manos las abejas de orocovis
al lado de las fresas silvestres de la carretera
esa dulce promesa de miel entre dolores
zumba en al acorde misterioso del recuerdo
calor de orín entre mis dedos
lágrimas cayendo sobre las duras manos de mi abuelo
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poema suicida
cada poema es una derrota
si se aprende de las derrotas
¿para qué sigo?
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cumpleaños
palabra y grito
garra y silencio
y 42 razones para soñarme muerto
cuerpo y distancia
sueño y agravio
y 42 razones para soñarme muerto
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el poeta le escribe a la amada
yo no le quito a la pirueta su macabro juego
de desafiar la ciencia en levitaciones leves
porque la metafísica incipiente del oficio
transforma tu piel en los primeros fuegos
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sueño de la amada
siento en la yugular
tu verbo
extraes la tinta
necesaria,
despierto
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poesía asesina
un tiro ciego en plena calle
es poema digno de estos tiempos
para pintar los titulares
de escarlata asombro
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filigrana
sombra
sobre el papel
la musa oculta
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primer poema
diente de tigre
a la orilla del lago
con agujero tallado
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de cómo el poeta adivinó su vocación
como radio aficionado
sólo un triunfo tuve:
radio habana libre en el '63
por poco sacan el champán
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el efímero parnaso cotidiano
los juglares de la noche
cicatrizan las paredes del retrete
con los epítetos concisos de su oficio
en los espacios que sobran
entre pingas catastróficas
y números de teléfono como cábalas de lujuria incierta
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1966
no hay como un mahón sin un centavo
lágrimas por la brisa fría de fin de año
en una caleta que era el primer abrazo de amante
Ítaca en un zaguán con un mahón de amuleto
en el paisaje tropical de los primeros versos
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auto de fe
rinde ante mí la anécdota
los cinco mil alfileres sobre la cabeza del ángel
te daré la puerta que abre a la mañana incierta
un soliloquio de piel para que te inventes la estrofa
rinde ante mí la anécdota
las fechas y lugares que adivinan los paisajes
que rendiré ante ti la sed de oficio
la flagelación de sílabas entre matinas
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y era la ciudad
era la ciudad con su grande esperanza
mientras barajaba yo mis pequeñas muertes
de bolsillo, era la ciudad más grande que el poema
que mi mano acariciaba en la entretela del día
y era la ciudad mi madre secreta
y era la ciudad mi amante más obvia
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yo no estuve en la guerra
era antes la muerte de la anécdota
o la pose heroica en fotofija
y era entonces la muerte en movimiento
televisado grito de horror, sangre y fango
y ese grito retumbaba en la sala
mientras masticaba un chicle
en los años sin satélites
cuando la consigna era uno dos tres vietnam
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ars
me lancé al ruedo, al rudo chocar de las palabras
entre las sombras de los salvajes verbos
hasta este retorno al verso que me desconoce
desde el principio
sin un laurel ni parra
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el perseguido rostro
vivo en la memoria del ausente
y habito su casa traspasada
de vientos muertos y su rostro
persigo entre las que fueron sus paredes
lo que más duele es llevar su nombre
que se presta a tantas equivocaciones
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siren song
es difícil entender la escritura de este mar
su discurso de vaivén salado
el diálogo roto de mi cuerpo en su cresta
evidencia todo lo corrompido de la sangre
incrustado en la proa su canto de sirena
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génesis en la isla dócil
la ciudad era el sueño largo de las vísperas
las cuentas de rosario en las salas amodorradas
(acaso el verbo fue el relámpago cicatrizando los
cielos amordazados)
y en toda la ciudad llovía, a cántaros
invitando a comulgar con los ángeles caídos
entre el tropel del oficio caluroso y callejero,
el relinche en la garganta de un inicio
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el poeta musita sobre la pelona
ese instinto perverso por vivir
carcome el corazón secreto
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muerte falsa
una mujer traza un poema en el vientre
mientras transita ente sábanas y horas
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el poeta sufre de amnesia selectiva
no tengo el alarde de un verbo siempre en la solapa
ni me estiro lánguido entre los versos
como si fuese una piel incierta
que despertara yo de asombro
y por el más despejado de los horizontes camino
pisando rabioso los corales y olvidándome de las cosas
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esa amada perdida entre los versos
con el tiempo se hizo enjambre de sílabas en vuelo ciego
risa fantasmal entre palabras nuevas
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la ausencia de su texto
las palabras tomaron la guagua equivocada
van rumbo a Carolina
para perderse para siempre en los suburbios
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el texto de la ausencia
últimamente soy ese lector de
textos encontrados
su risa morfológica y su salitre
en la punta de la lengua el universo
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rimas fáciles
el suicidio es mucho mejor
al segundo día del primer amor
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anecdotario del poeta
noche borracho hablando francés
volando sobre dos carros con
el acelerador trancado
una mano en un sostén marrón
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autocrítica
miro mi escaso recurso
mi poca vena
mi recinto de pataleo
y me revuelco en los espejos como Orfeo
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padre del poeta
un niño se escurre entre matorrales
de las colindancias
guijarro repleto de lo ajeno
cruza el río:
no adivina aún su parentesco
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cuando ir a orocovis era asunto de todo un día
mi padre se deslizaba por el barranco
a la altura de la curva de "Los Quesitos"
se había explotado el radiador,
carajeando subía entre matojos
con la lata de agua sobre los hombros
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el misterio visita (1964)
como cosa inexplicable
15 mil vírgenes verdes
dejaron su polen esparcido por la casa
mi hermana y yo bailamos
entre el verdoso misterio del atardecer
un domingo de vuelta de orocovis
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ghostwriter
la palabra fue el verdugo
que escondido entre zaguanes
persiguió mi rastro asesinando sombras
para alimentar la impaciente gula de mi mano
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mariyandás sin compás
dónde mi reino en el terruño
dónde mi rostro en el paisaje
dónde mi camino entre las mayas
dónde mi jaca para ensillar el verso
dónde mi paloma para no soñarme muerto
en esta tierra de papel, borrón y desaciertos
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los inventos necesarios
cuando cuchareo mi café
como cualquier poeta de tercera
y musarañeo sobre la fama
o sobre la fugitiva Dama y su diminuto pie
(el notorio futuro que nunca fue)
el anonimato me sonríe desde el espejo en la pared
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génesis oculto
qué orden de cosas
se haría carne para atar
las sílabas inconclusas,
dar forma al primer labio,
anotar esos primeros gritos
qué clase de dios se llamaría poeta
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colonialismo poético (1963) u homenaje a John Keats
Keats me llamaré, como
Keats escribiré, tal cual
Keats moriré, y no tan
Keats terminé
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antecedente
el cuerpo carga en su encorvada memoria
el cuarto de casa un domingo de tarde
el verbo aún germinando en la entraña
la resaca del mar y un poema de Homero
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pirómano (1964)
a la justas llamas del patio
hoja a hoja a las lenguas del fuego
toda la tarde insaciable de muertes
para entender a quemarropa lo sagrado del verso
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hay quien se queja que ya no escribo igual
como si estuviera parado en una esquina del tiempo,
inmóvil, con un mismo estribillo en el labio,
observando las súbitas brisas revolcar los mismos
escombros
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hay quien se queja que yo escriba siempre lo mismo
como si no estuviera parado en una esquina del tiempo,
inmóvil, con un mismo estribillo en el labio,
observando las súbitas brisas revolcar los mismos
escombros
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poeta ciego conjura la crisis
este primer poema escrito con espejuelos
por ese antojo de cosas cercanas
por ese anteojo del oficio arcano
los tengo siempre a mano
para trazar lo que la sílaba hermana
y lanzar sobra la mar sus mil anzuelos
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composición
el poeta y la naturaleza el olvido no nos deja escuchar la isla
desde que Gautier tocó su pito en la arena
determinismo histórico y la abuela désa, ¿la codició Palés?
el proceso de la rima escribano de mis dudas (judas, mudas)
busco fehaciente herida del costado
(malvado, amado)
la risa hueca del mal enamorado
(hastiado, consorcios)
la raison d´être de ser judas (oscuro
corazón palpado y mudo)
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ceremonias de Orfeo
absurda ceniza que marca la sien
sabor corrupto de la miel
flacidez que asoma a la piel
desangrando la savia del bien
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el bienamado
amado soy, favorecido del alba
amado, bien o mal, a mansalva
malsano amado, domado a mal y malvado
malparado o bien, sobre esta sien marcado
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trabalengua
que graciosa sobre la losa
resbala la hermosa moza
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primero de noviembre
hoy, el oleaje de los muertos
se acerca a las playas donde me encuentro
abatido entre caracoles y trozos de algún poema
náufrago, batiendo los arrecifes de esta espera
velando mi propio muerto en la resaca
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relevo
qué mucho afán medieval de tinta
qué mucho resurgir desde la entraña
del verbo, como polen en el aire
qué mucha nueva voz y grito joven
irrumpiendo como alba en el contorno
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al octavo día
una insurrección de ánimas provoca
una ruptura, el cielo se cae a mis pies
resucito al tercer día sin resortes
para ese brinco que exigen los cronistas
que incitara a la rebelión de ángeles
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ars
un vicio de letra
un arrebato de palmeras
la lejana isla del poema
rima que resbala sobre asfalto
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sin memoria
las anécdotas del poeta son
mariposas mudas bajo alfileres,
la sonora distancia de un río,
la lluvia esta, un hilacho de pelo
hallado después de tanto tiempo
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duda del poeta
¿si emigro al sur de la poesía
con este empuje de la sangre en mi volar,
será este vuelo la silábica profecía,
la heteromancia oculta en mi cantar?
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este oficio de poetas
este asunto de la rima loca
se asoma a la palabra como hiedra
y el más insulso hecho enfoca
para tallar el verso sobre piedra
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los horizontes de la página
no encontrarán la isla en este verso
ni en los puntos suspensivos que en torno
a la palabra el silencio ensarta, es
la pura ausencia del texto en su presencia
es una soledad de página que aturde
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el poeta contempla el año que pasa
qué tanto andar para terminar
mirándose el ombligo
y no de manera filosófica
sino de aterradora soledad
qué tanto andar
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cursilería de poeta un martes al anochecer
mis ojos ven la suave línea que atraviesa el atardecer
la larga espera de siempre en la parada de nunca
saber que cualquier mentira es la ecuación perfecta de la soledad
y siembro bombas de tiempo en las entretelas
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tercer mundo
me han cambiado el dios de repente
ya no es el rostro del che en bolivia
camino aturdido las calles de una isla
sin voz para redimir los ecos
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confesiones necesarias
sólo un poeta de tercera
conoce el lado oscuro del poema
que quema párpados de noche
y se ríe de nuestra insuficiencia
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anacronismo
un poeta no es un ser humano
es un espejo que transita por la calle
un curandero olvidado por su tribu
un excéntrico delirando por la acera
un dios abatido por el tiempo
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por si acaso, picasso
una rabia habita en estos versos
con intenciones asesinas,
un arlequín se balancea simplemente
sobre un balón en el recuerdo
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francotirador de la memoria
en su mira la presa fácil del olvido
en su espera la certeza del plomo y el asedio
la vigilia eterna entre cocotales,
pulido a golpe de mar su odio,
llegando a amar los ásperos contornos de su oficio
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sin carnet
he repartido los panes
desde Siberia a Cabo Rojo, he
amado quinquenalmente con furor de hoz
y tan lacónico como un martillo
y ahora me derriban en las plazas de mayo
entre el júbilo de los mortales
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culebra 1976−1989
en esta playa silbo los últimos poemas
el eterno batir de ola sobre roca
vaivén de espuma y bruma, el rostro
borrándose en resacas musicales
y un vuelo de gaviotas al atardecer
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el haikú de tu sonrisa
me sorprende lleno de líneas inconclusas
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plegaria poética breve
que te acompañen siempre
las 17 musas decapitadas
en la jacobina revolución del verso
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inmortalidad
este poema es, sin duda, la última playa
de ecos andinos
me abruman el selvático milenio
y los ínfimos contornos del oficio
y las estrellas polares que brotan de mi cuerpo
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condición de poeta
aullando a la luna amarga
se arranca del costado un verso
se inventa el rostro del barro a mano
y se expulsa él mismo del paraíso
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oficio
cierta gracia que invita al suicidio
cierta predisposición, cierta fatalidad
cierta mirada que incita al deicidio
cierto apego ciego a la ciudad
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isla oculta
de súbito la sílaba descubre
la isla oculta en la bruma de las eternas costas
que la palabra niega y el verso ocupa
de súbito es el espejismo
de la calcinante luz del mediodía
en el mismo corazón de la sorpresa
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poeta impreso
hay versos que descubro al despertar
impresos en mi rostro
naufragios ocurren en este instante en mis bolsillos
y si me fijo bien en la pupilas descifro
la costa accidentada de un poema
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el poeta musita sobre la perdida ambición
¿y el poema que galopa
hálito al viento
que precipitado al cielo osó
rozar los cachetes del mismísimo dios?
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lo que suscitó el último olé
44 banderillas sobre el duro lomo del poeta
y la afilada hoja del cuchillo sobre la hirsuta oreja
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palabra muerta
os miro con asombro desde este bodegón
como arlequín descendiendo las escaleras de Avignon
jorge morales-santo domingo, poesía puertoriqueña, 1970-2000, Alicia la Roja, Puerto Nuevo, San Juan, Puerto Rico, Puerto Rican poet, generación del setenta.