Me he pasado el día en la guagua y en una sala de espera médica escuchando el terror con que muchos ven los actos del Primero de Mayo. Parecería que es el principio del fin. Nos espera el destino de Venezuela, la nueva Cuba cuco. Los revoltosos quieren la república de Chávez y sin los federales nos moriremos de hambre. Son los macheteros y esos vagos de la Universidad que no quieren trabajar y a la vez recibir la beca federal. Todo el día, miedo y terror. Nadie lo ve como problema de todos sino de unos inconformes que quieres destruir lo poco que nos queda. Yo, en cambio miro al Primero de Mayo con esperanza. Tal vez sea la chispa que encienda la lucha por un Puerto Rico soberano y dueño de su destino. Tal vez vengan muchos a la concentración y desmienten los ataques del sistema de que somos un puñado de locos. No abro la boca, no entre en debates con la gente. ¿Para qué? Los procesos son largos y creo que a mi edad espero ese brinco cualitativo antes que me muera de viejo o peor. Pero hoy camino entre tanta gente y me siento más solo que nunca. Todo es miedo, miedo y más miedo.
Leo el post de un viejo amigo en Facebook, una longaniza de carta a sus recién reencontrados condiscípulos celebrando el cincuentenario de su graduación. Gente que no ha visto en todo ese tiempo ya que se embarcó joven a EEUU. Como no fui a secundaria no puedo hacer lo mismo. Nadie me busca y no tengo a quién buscar que conocí en mi adolescencia. Fueron tan pocos. La casi mayoría total de gente que conozco son de mis años en la UPR de Río Piedras, con ellos mantengo escasa o ninguna comunicación. Los pocos amigos que tuve de mis años universitarios los perdí, han muerto o se han ido de la isla. Llega un momento en que no se hacen amigos, a lo sumo son conocidos en contextos de trabajo, pasatiempos u otro interés en común. Descubro lo despoblada que ha sido mi vida. Reconozco que no hay razón para conocerme. Ya no soy abordable.
Allá cuando era adolescente en los 60 no sabía que mi familia era relativamente pobre, tal vez porque en el vecindario había gente patentemente más pobre, gente que trabajaba como dependientes de tiendas de zapatos, meseros, plomeros de tres llaves, criadas y carteros, y era de la idea de que no estábamos del todo mal. Comíamos a diario, había un techo y el viejo tenía carro aunque fuera usado. Tenía una falsa sensación de ser privilegiado. Estaba adecuadamente a la moda, conocía de todo un poco, me mantenía al corriente de lo que acontecía, pero no tenía un tocadiscos y menos discos para escuchar. La televisión nos daba todo y la radio lo que sobraba. Mi formación musical era el Top Ten de la radio AM, que a veces incluía el Top 40 y selecciones de las misas sueltas del rock americano y británico. El resto de las canciones en el LP las desconocía, también lo que estaba al lado B del sencillo de 45.
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Poeta puertorriqueño nacido en San Juan, Puerto Rico. Ecribo en español e inglés.Cinco libros publicados, cuatro inéditos.
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July 2017
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