Leo el post de un viejo amigo en Facebook, una longaniza de carta a sus recién reencontrados condiscípulos celebrando el cincuentenario de su graduación. Gente que no ha visto en todo ese tiempo ya que se embarcó joven a EEUU. Como no fui a secundaria no puedo hacer lo mismo. Nadie me busca y no tengo a quién buscar que conocí en mi adolescencia. Fueron tan pocos. La casi mayoría total de gente que conozco son de mis años en la UPR de Río Piedras, con ellos mantengo escasa o ninguna comunicación. Los pocos amigos que tuve de mis años universitarios los perdí, han muerto o se han ido de la isla. Llega un momento en que no se hacen amigos, a lo sumo son conocidos en contextos de trabajo, pasatiempos u otro interés en común. Descubro lo despoblada que ha sido mi vida. Reconozco que no hay razón para conocerme. Ya no soy abordable.
Allá cuando era adolescente en los 60 no sabía que mi familia era relativamente pobre, tal vez porque en el vecindario había gente patentemente más pobre, gente que trabajaba como dependientes de tiendas de zapatos, meseros, plomeros de tres llaves, criadas y carteros, y era de la idea de que no estábamos del todo mal. Comíamos a diario, había un techo y el viejo tenía carro aunque fuera usado. Tenía una falsa sensación de ser privilegiado. Estaba adecuadamente a la moda, conocía de todo un poco, me mantenía al corriente de lo que acontecía, pero no tenía un tocadiscos y menos discos para escuchar. La televisión nos daba todo y la radio lo que sobraba. Mi formación musical era el Top Ten de la radio AM, que a veces incluía el Top 40 y selecciones de las misas sueltas del rock americano y británico. El resto de las canciones en el LP las desconocía, también lo que estaba al lado B del sencillo de 45.
Allá para mi adolescencia lo que yo entendía opacamente como mundo literario era lo que podía inferir del New Yorker, o de los dibujos y cuentos de James Thurber, algo invariablemente asociado con Manhattan. No que me fijara mucho en ese detalle porque todo era algo muy ajeno a mi cuarto en una casa de la calle 25NE en Puerto Nuevo. Y antes de eso, en la escuela, los autores y la literatura eran una asignación, un curso, contenidos y contextos para embotellar para un examen. Cuando yo empecé a escribir, los textos de escuela y la enciclopedia eran los únicos marcos de referencia. Eran inferencias preponderantemente norteamericanas, ligeramente europeas, marginalmente latinoamericanas, lo que yo entendía como la gran literatura universal. Autores y sus obras. Desconocía las minucias de sus vidas y sus contextos. De autores puertorriqueños sabía absolutamente nada. Y por muchos, pero muchos años, no conocía ni un autor puertorriqueño, ni un aspirante a serlo. A nadie. Nadie leía mis textos ni yo los de nadie. Y así durante mi adolescencia fue madurando la vocación en un desconocimiento absoluto de que pudiera existir un mundo literario al que yo debiera aspirar o al que yo debiera sentirme parte. Existían obras y existía yo en un cuarto escribiendo. Cómo lo que se escribía en un cuarto llegaba a materializarse en un libro como objeto era tan misterioso como la inmaculada concepción de la Virgen María, algo incuestionable, aceptado como un hecho. Era un trámite, un proceso que era ajeno a todo concepto material que conocía. De mi cuarto a un libro era una traslación mágica sin intermediarios. Con la lectura accidentada del New Yorker, Harpers, y otras revistas que recibía de unas suscripciones que recibía mi padre como parte de una oferta que también incluía True Detective, Life, Look y el Saturday Evening Post, es que supe de las posibilidades de publicación y el primer asomo del mundo literario que existía entre mi cuarto y la entrada gloriosa al panteón de la literatura universal. Es con esta mentalidad pre-socrática, pre-todo, que entré a la Universidad de Puerto Rico y conocí por primera vez la flora y fauna incipiente del mundo literario que me tocó vivir y al cual debería aspirar ser parte si albergaba alguna esperanza remota de ser reconocido como poeta. Claro, la falta de recursos y medios de publicación todavía alimentaba cierta inocencia con respecto al oficio. Cierta pureza era todavía posible ya que nadie alcanzaba un editorial así porque sí. El transito del cuarto al libro o página de revista todavía eran cuentos de la vida y milagros de santos en el camino pedregoso a la Compostela del reconocimiento. Todos éramos peregrinos con una ilusión. Cuestión de futuros inimaginables previo a la computadora y el Internet. Mis coqueteos con el mundo literario fueron nefastos porque, sencillamente, tardé demasiado en darme cuenta que existía. Mala mía. La inocencia se paga cara. Hay millones que escriben. Obra requiere publicación. No basta escribir. Hay que cultivar una carrera literaria para encontrar tu nicho en el mundo literario. Fuck la literatura universal. Quien conoces y quienes te conocen, a donde frecuentas y quien te ve, a donde te invitan y a dónde vas son asuntos que hay que dedicarle la mismas horas, sacrifico y talento como el de sentarte frente a la página (o pantalla) en blanco. Ejemplo, Bolaño jodedor de congresos literarios antecede Bolaño publicado y consagrado. Todo el que escribe alberga alguna ilusión de ser leído, no sólo por el conocido, sino por el desconocido, o el santo grial, ser conocido por un ilustre o ilustres, ser aclamado. Debes aspirar a ser re-conocido, o requeté-conocido por lo que escribes o debes meramente escribir. Qué debe tener preeminencia. Cómo cultivar la persona pública adecuada para facilitar el reconocimiento. ¿Se debe aspirar al reconocimiento? ¿Debes escribir con el reconocimiento en mente? Si no, ¿para qué o para quién escribes? Estos interrogantes son pueriles masturbaciones en el mundo literario. Para el mundo literario estas son preguntas para congresos y deben salir sólo de la boca de los consagrados. Para el mundo literario, hacerse estas preguntas tienes la misma validez que la de una doncella plantearse si debe besar a alguien antes de esposarse. Por favor. Escribí allá por el primer párrafo la palabra vocación. OMG! No lo digas en voz alta. Sólo a tu mejor amigo, y ni a él si es colega. El mundo literario, la carrera literaria, y la vida literaria son el Padre Nuestro, Hijo y Espíritu Santo. Santíguate bien. Ahora entiendo bien lo que decía Muños Marín sobre los errores de la juventud. Escribir es un error de juventud que se rectifica con adherencia a los cánones del mundo literario o so abandona si atesoras tu virginidad, no hay término medio. Pero si como yo, has cometido todos los errores de la juventud sin rectificación alguna y sigues insistiendo en culipandearte por el mundo literario sin carrera literaria, terminarás sin vida literaria. Serás un desconocido conocido, como ese tipo en la película de la Legión Extranjera que le arrancan los galones y lo abandonan al desierto en deshonra. Foto por Edna Fernández Sigo pasando mis poemarios a la computadora. Ardua y cansona tarea y en pleno inicio de la temporada calurosa. Voy por la mitad de Corazón Secreto (1992). David Caleb Acevedo me propone el proyecto de las entrevistas, pero quiere incluir a Font y Fuster. No sé. No quiero que el proyecto se quede en unas grabaciones engavetadas. Sería mejor que esbozaran un programa de personas a entrevistar y grabar, investigación, etc. No sé si ellos realmente le interesa como proyecto de mayor alcance o meramente para saciar su curiosidad pasajera. De todos modos, yo seguiré escribiendo los "Archivos" y planificando mis propias grabaciones en video con Frances. Como bien dijo el Che Melendes, si quieres que algo se haga, hazlo tú. En estos días abrí una cuenta en Facebook en un intento de dar a conocer mi site. Mercadeo de pobre. Pero mis recelos siguen latentes ya que no sé si en verdad se lee el contenido de Facebook o si se nota que tengo publicado la página de poesía, tan pequeño que se ve al final de la página. O si es meramente un espacio para ver el tráfico vertiginoso de caras y comentarios y hasta el más mínimo gesto o acción de los usuarios. Me marea el constante tránsito. Invité a unos cuant@samig@s. Hay que ver y medir mi tolerancia a este modo de comunicación. Todo a tropel. En fin, siempre puedo cerrar la cuenta. Pensar que yo, que apenas tolero comunicarme con más de 2 personas a la vez, pueda osar de utilizar semejante plataforma tan babeliana y barroca me asoimbra. Sigue la tarea de pasar mi obra a la computadora para suibir a la página, tecla a tecla, verso a verso. Click here to dit. Ecritores y editor Colección Maravilla Mayo 2011 Hoy oficialmente clausura la primera pata, la insular, del 2do Festival de la Palabra antes de trasladarse a Nueva York para la segunda pata. Para muchos este Festival significa la entrada de Puerto Rico al mundo oficial literario donde verdaderamente se bate el cobre. Todo lo demás es parking. El año pasado participé, es decir, fui como una especie de solidaridad con el poeta Néstor Barreto, que estuvo a cargo del "Pre-Festival" en Plaza las Américas, y él trató de colarme, sin mucho éxito. La experiencia como experiencia fue aleccionadora sobre el "mundo literario" que pulula en esos eventos y mi ubicación en él, que es a lo sumo irrelevante. He estado muy alejado de ese mundo literario del patio y ausencias de más de 5 años son fatales. No soy el único ignorado o pasado por alto. Fui a varias de las actividades y contrario a las etiquetas dadas a ellas, muchas, fuera de las de las "vacas sagradas" (Wico Sánchez, Bryce Echenique, etc.) resultaban mero pretexto para darle espacio y relieve a los escritores extranjeros. En general, la asistencia fue escasa, un porciento alto siendo los mismos participantes de otros paneles o actividades. Fue una asistencia pobre considerando el destaque en la prensa y noticieros de televisión. Entonces, ¿por qué se celebra bajo tan falsos auspicios? La respuesta es el "networking". Ciertos escritores de segundo y tercer nivel utilizan estos festivales o ferias regionales como una especie de trampolín y se pasan de festival en festival como un circo rodante. Ahora San Juan es una plaza más en esa gira literaria casi continua. Habiendo ido ya, decidí no ir este año. Aunque sí hice una excepción: la presentación del proyecto editorial Colección Maravilla, uno de cuyos gestores es Néstor Barreto. Se dio en Plaza las Américas a un exiguo público. Me imagino que Néstor y Cía. fueron a Ballajá para el Festival "en propiedad", con su mesita. Néstor, como me imagino será el caso de otros poetas, narradores y editores puertorriqueños, participa como vehículo para darse a conocer local e internacionalmente. Les deseo suerte. Sé que un grupo irá a Nueva York y también les deseo suerte. Lo último que se pierde es la esperanza, y ¿quién sabe? Es difícil ser escritor en Puerto Rico y más difícil aún ser publicado, y casi imposible ser reconocido o reseñado, pero es un verdadero milagro ser leído y, para colmo de colmos, fuera de la isla. Más fácil es resucitar a un muerto. ¿En qué ayuda el Festival a resolver lo del párrafo anterior? Mi ejemplo: con 5 publicaciones, 2 premios, reseñas, inclusión en tres antologías, sigo tan desconocido como si no hubiera hecho nada. Es la pura verdad. De relaciones públicas y mercadeo no sé nada. Por tanto, yo pasé estos días montando mi página literaria en el Internet, corrigiendo borradores, escribiendo, en fin haciendo lo que se supone haga el escritor, que es escribir. |
Poeta puertorriqueño nacido en San Juan, Puerto Rico. Ecribo en español e inglés.Cinco libros publicados, cuatro inéditos.
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July 2017
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