Del Archivo: “Del polvo sacro ungido” (t/c/p Glosas)
Comentar libros que nunca se publicaron plantea un dilema. ¿A quién dirijo los comentarios? No hubo lectura “oficial”. Pero si hubo una lectura oficial de mis poemarios anteriores, los publicados, ésta fue escasa y, con el paso del tiempo, irrelevante. Pero sí hubo publicación. Glosas (ahora De polvo sacro ungido) lo terminé en el 2001. Su gestación fue de unos seis a siete años, imbricado con el final de otro poemario inédito, Corazón Secreto. Aunque ya en poemarios anteriores había poemas que abiertamente “glosaban” poemas de otros poetas, no fue una intención muy elaborada. De ahí, que ponerle el título Glosas fue el primer error que fue destinando el poemario al fracaso como libro, como concepto.
El libro como un todo temáticamente unitario siempre me ha eludido. Y este no fue la excepción. Un deseo nacido de los comentarios críticos de Joserramón “Che” Meléndes desató un afán que jamás pude cumplir. Para el Che, yo era un poeta de poemas aislados, no de poemarios. Glosas fue la culminación de un intento largo de escribir un libro en vez de escribir poemas sueltos. Era imponer una superestructura temática a la dispersión inherente a mi manera de escribir. Pero, qué remedio. Y ya es muy tarde para remedios.
Los intentos de publicarlo fueron nefastos y humillantes. Dieron contra una sólida pared de indiferencia. En el transcurso del tiempo me puse viejo, que sólo añadió otra barrera infranqueable a nivel editorial. De los viejos poetas ahora sólo se publica los “consagrados” y no a los que siguieron dando tumbos en el territorio gris de la promesa. Pero esto ha sido una bendición ya que fuera de dos o tres gavetas dispersas por San Juan, el poemario se puede reeditar sin mayores percances, como si no existiera; puede llegar a ser otro poemario más afín con lo que son: un bonche de poemas reunidas con un título tan arbitrario como los poemarios anteriores.
Los títulos de mis poemarios bien pudieron haber sido las fechas de su redacción consecutiva y hubiera sido más acertado. El tiempo, su transcurso, es la única unidad temática posible. Y librante.
Por tanto, Glosas ha sufrido poda y replanteamiento a diez años de su terminación. En su primera encarnación el poemario mencionaba una especie de lectura y cito: “La lectura es un reescribir… Escribir es una lectura. La vida también, ésta siempre resulta irreprimible. La isla, siempre hay un contexto. Glosar como tocar jazz”. Entre medio de estas palabras había un desglose de poetas puertorriqueños, desde los clásicos hasta mis contemporáneos, a manera de homenaje y gracias. Pero veo ahora que eso presupone una lectura no realmente válida ni relevante en el contexto real de mi obra. Era más bien un deseo. Por respeto a la verdad le hago referencia, para un poco explicar los epígrafes que acompaña a los poemas. Pero las citas y la elaboración de los poemas a que hacen alusión fueron un mero carapacho para el poema de siempre; una mera excusa, como antes era la vellonera, el ars, la frase, en fin.
Francisco me pidió que elaborara esas líneas que citara yo en el párrafo anterior. Las elaboraré un poco, ya que crítico no soy y menos de mi obra, pero ya en el contexto de mi obra total. No creo inventarme nada al decir que escribir es una lectura o que la lectura es un reescribir. Y menos que existe un contexto social, geográfico, político y generacional concreto e ineludible.
Si hay una razón por la cual escribo poemas y el tipo específico de poemas que escribo es que encaja bien dentro de mi marco vivencial, a mi particular estilo de vida, los poemas son el compás escrito, el cucuplá que acompañaba mis pasos. Yo escogí ser poeta previo a escribir ningún poema. Fue una aseveración tan descabellada como decir que sería cualquier otra cosa. Con la única diferencia que lo hice. Me acometí a una modus operandi vivencial más que a una visión del mundo o una vocación de poeta. Lo de mundo literario (publicación, quehacer, ubicación o postura) vino en el desfase universitario durante el cual me sedujo la posibilidad de considerarme poeta en el contexto público y social, más allá del contexto familiar de donde surgió. Me proclamé poeta como respuesta al desasosiego familiar que causó mi deserción escolar y el consecuente y coetáneo colapso emocional de mi adolescencia. Yo era más que un desertor escolar, el vocablo “dropout” mejor describe la situación vivencial en donde se cuaja los inicios de mi obrar poético. Era un quehacer reactivo a lo que vivía. Fue siempre un diálogo interno llevado a papel y que por desgracia se llegó a plantear como carrera.
Estaba “entre libros” cuando un día en el trabajo (Tribunal Supremo) me fijé en unos grabados de retratos de poetas puertorriqueños puesto a lo largo de una escalera. Me fijé más bien en las líneas de los poemas citados. Para mantener la mano caliente, experimenté algunas improvisaciones sobre los versos citados. Así empezó. El experimento lo formalicé. Coincidió con un trabajo de recopilación de poetas para un CD-ROM educativo para el cual me contrataron. Leí de todos, lo que me gustaba y no, e iba anotando poemas que podrían servir para el proyecto. Cientos y cientos. Me proveían un marco para escribir que era lo esencial. La regla general era jugar con el poema citado, su vocabulario, la temática, buscando resonancias. Ahí lo de jazz.
jorge morales-santo domingo, poesía puertoriqueña, 1970-2000, Alicia la Roja, Puerto Nuevo, San Juan, Puerto Rico, Puerto Rican poet, generación del setenta.