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Del Archivo: Cabos Sueltos/Loose Ends
Se publicó en el 1989 por el Instituto de Cultura Puertorriqueña, a iniciativa de Lilliana Ramos Collado que para entonces dirigía la División de Publicaciones y Grabaciones. Lilliana pensó que era mejor aprovechar la coyuntura de su puesto para una colección de la obra completa o selecta (en mi caso, completa) de varios poetas del sesenta y setenta, a manera de un relanzamiento de los libros de autores ya cuarentones, para rescatar muchas ediciones ya inéditas. Pero el libro tuvo otro origen y propósito del que finalmente se dio. Cabos Sueltos iba a ser un libro mixto de poemas, entrevistas y memorias de toda la brega cultural, literaria y política de finales de los sesenta a principios de los ochenta. También se pensó en grabar ese material en audio y en video, como parte de un proyecto más amplia de documentar esa época a manera de un archivo histórico. Pero la tecnología no estaba a la altura de nuestros sueños y así se fue metamorfoseando la idea hasta quedar, como mucho en este país, en nada. Así las cosas, el proyecto editorial de Lilliana siguió su curso como proyecto exclusivamente de material literario, es decir, los poemas y ya. Lilliana me propuso que en vez de publicar un poemario debería aprovechar y publicar todo lo mío. Tenía mis dudas pero desaparecieron ante la imperiosa necesidad de publicar bajo el sello de la ICPR y la poca o ninguna alternativa viable. En esos tiempos no había las pequeñas editoriales que ahora abundan, que hubieran sido la opción más correcta. Me dejé seducir por la posibilidad de un público mayor, una mejor distribución del libro, su posible alcance fuera de Puerto Rico. Claro, nada de lo anterior se dio. Lilliana, correctamente, había imprimida un inventario modesto. La idea era ir imprimiendo ejemplares de acuerdo a la demanda y así evitar lo costoso de un inventario almacenado. Pero al irse Lilliana del ICPR al poco tiempo un hubo relevo de catálogo. Para el energúmeno que asumió la Editorial de ICPR, un mandarín de pocas luces, hijo de un joyero sanjuanero, yo no existía en la lista de autores publicados por su división y así se lo hizo saber a cuanta institución o grupo que inquiría sobre Cabos Sueltos. Se tornó en una broma: un libro casi inexistente de un autor decididamente inexistente. Caí en la garras de la guachafita criolla; una buena broma siempre vale más que un poema. Me resigné al hecho. El libro valió un diminuto párrafo de reseña años después, de esas reseñas por encargo de un@ estudiante de literatura amargad@ y resentid@. Fui víctima de la generación @. No lo tomes tan a pecho, Jorge, que es sólo una broma. Contra la guachafita nada se puede.
Aquí decidí publicar el libro tal y como fue concebido, sin el Loose Ends ni los poemas sueltos que aparecerán bajo Material Suelto.
Se publicó en el 1989 por el Instituto de Cultura Puertorriqueña, a iniciativa de Lilliana Ramos Collado que para entonces dirigía la División de Publicaciones y Grabaciones. Lilliana pensó que era mejor aprovechar la coyuntura de su puesto para una colección de la obra completa o selecta (en mi caso, completa) de varios poetas del sesenta y setenta, a manera de un relanzamiento de los libros de autores ya cuarentones, para rescatar muchas ediciones ya inéditas. Pero el libro tuvo otro origen y propósito del que finalmente se dio. Cabos Sueltos iba a ser un libro mixto de poemas, entrevistas y memorias de toda la brega cultural, literaria y política de finales de los sesenta a principios de los ochenta. También se pensó en grabar ese material en audio y en video, como parte de un proyecto más amplia de documentar esa época a manera de un archivo histórico. Pero la tecnología no estaba a la altura de nuestros sueños y así se fue metamorfoseando la idea hasta quedar, como mucho en este país, en nada. Así las cosas, el proyecto editorial de Lilliana siguió su curso como proyecto exclusivamente de material literario, es decir, los poemas y ya. Lilliana me propuso que en vez de publicar un poemario debería aprovechar y publicar todo lo mío. Tenía mis dudas pero desaparecieron ante la imperiosa necesidad de publicar bajo el sello de la ICPR y la poca o ninguna alternativa viable. En esos tiempos no había las pequeñas editoriales que ahora abundan, que hubieran sido la opción más correcta. Me dejé seducir por la posibilidad de un público mayor, una mejor distribución del libro, su posible alcance fuera de Puerto Rico. Claro, nada de lo anterior se dio. Lilliana, correctamente, había imprimida un inventario modesto. La idea era ir imprimiendo ejemplares de acuerdo a la demanda y así evitar lo costoso de un inventario almacenado. Pero al irse Lilliana del ICPR al poco tiempo un hubo relevo de catálogo. Para el energúmeno que asumió la Editorial de ICPR, un mandarín de pocas luces, hijo de un joyero sanjuanero, yo no existía en la lista de autores publicados por su división y así se lo hizo saber a cuanta institución o grupo que inquiría sobre Cabos Sueltos. Se tornó en una broma: un libro casi inexistente de un autor decididamente inexistente. Caí en la garras de la guachafita criolla; una buena broma siempre vale más que un poema. Me resigné al hecho. El libro valió un diminuto párrafo de reseña años después, de esas reseñas por encargo de un@ estudiante de literatura amargad@ y resentid@. Fui víctima de la generación @. No lo tomes tan a pecho, Jorge, que es sólo una broma. Contra la guachafita nada se puede.
Aquí decidí publicar el libro tal y como fue concebido, sin el Loose Ends ni los poemas sueltos que aparecerán bajo Material Suelto.